domenica 15 agosto 2010

Mani

La tenda

Vardavo la mia man
co' la pipa. E drio, averta,
una porta vedevo;
la tenda tra erta e erta.

Su malte, su saliso
e un pal storto, la bava
de contìnuo averzeva
la tenda e la serava.

E go vardà vardà
quel che passava drento
quel quadrato de strada,
drio la tenda ch'el vento

de siroco moveva,
viva. Oh! Tuto quel
che più me ga piasesto
al mondo, tuto quel

che go 'vudo de caro
vivendo, xe passà
par quel sbriso canton
perso ne la zità.

Virgilio Giotti, Colori, Einaudi, 1997

Guardavo la mia mano
con la pipa. E dietro, aperta,
una porta vedevo;
la tenda tra erta e erta.

Su malte, su selciato
e un palo storto, il venticello
di continuo apriva
la tenda e la chiudeva.

E ho guardato e guardato
quello che passava dentro
quel quadrato di strada,
dietro la tenda che il vento

di scirocco muoveva,
viva. Oh! Tutto quello
che più mi è piaciuto
al mondo, tutto quello

che ho avuto di caro
vivendo, è passato
per quel consunto angolo
perso nella città.


So vergeht mir der regnerische, stille Sonntag, ich sitze im Schlafzimmer und habe Ruhe aber statt mich zum Schreiben zu entschließen, in das ich z. B. vorgestern mich hätte ergießen wollen mit allem was ich bin, habe ich jetzt eine ganze Weile lang meine Finger angestarrt. Ich glaube diese Woche ganz und gar von Goethe beeinflußt gewesen zu sein, die Kraft dieses Einflusses eben erschöpft zu haben und daher nutzlos geworden zu sein.

Franz Kafka, Tagebuch, 7. Januar 1912, Sonntag

Così mi passa la domenica piovosa e calma, sto seduto nella mia camera da letto e sto in pace, ma invece di decidermi di mettermi a scrivere, attività in cui per es. avrei voluto immergermi l’altro ieri con tutto ciò che sono, ho fissato ora a lungo le mie dita. Credo di essere stato questa settimana completamente influenzato da Goethe, di avere esaurito appunto la forza di questo influsso e di essere quindi diventato inutile.

Franz Kafka, Diario, 7 gennaio 1912, domenica

“Así me va el domingo apacible – escribe Kafka -, así me va el domingo lluvioso. Estoy sentado en el dormitorio y dispongo de silencio, pero en lugar de decidirme a escribir, actividad en la que anteayer, por ejemplo, hubiese querido volcarme con todo lo que soy, me he quedado ahora largo rato mirando fijamente mis dedos. Creo che esta semana he estado influido totalmente por Goethe, creo que acabo de agotar el vigor de dicho influjo y que por ello me he vuelto inútil.”

Enrique Vila-Matas, Bartleby y compañía, Anagrama


Sólo estoy seguro de una cosa con respecto a la poesía de Nicanor Parra en este nuevo siglo: pervivirá. Esto, por supuesto, significa muy poco y Parra es el primero en saberlo. No obstante, pervivirá, junto con la poesía de Borges, de Vallejo, de Cernuda y algunos otros. Pero esto, es necesario decirlo, no importa demasiado.
La apuesta de Parra, la sonda que proyecta Parra hacia el futuro, es demasiado compleja para ser tratada aquí. También: es demasiado oscura. Posee la oscuridad del movimiento. El actor que habla o que gesticula, sin embargo, es perfectamente visible. Sus atributos, sus ropajes, los símbolos que lo acompañan como tumores son corrientes: es el poeta que duerme sentado en una silla, el galán que se pierde en un cementerio, el conferenciante que se mesa los cabellos hasta arrancárselos, el valiente que se atreve a orinar de rodillas, el eremita que ve pasar los años, el estadístico atribulado. No estaría de más que para leer a Parra uno contestara la pregunta que se hace y nos hace Wittgenstein: "¿Esta mano es una mano o no es una mano?". (La pregunta debe uno hacérsela mirando su propia mano).

Roberto Bolaño, Entre paréntesis, Ocho segundos de Nicanor Parra, Miércoles 25 de abril de 2001





E questa mano che scrive.

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